martes, marzo 29, 2005

Nuestro Destino. . . . . . . .

¿Que papel juega el destino en nuestras vidas?

¿La casualidad existe?

Sin duda estos dos amigos jugaron mucho el día que te conocí. . . . .

Recuerdo el día como si hubiera ocurrido hace unos momentos: yo estaba en lo mío como siempre, buscando en el periódico alguna nota interesante para entretenerme el ser. No buscaba asesinatos ni robos o asaltos, buscaba algo emotivo, alguna buena nota que cambiara mi sentir.

Sentado en la banca del parque, a 2 cuadras de mi casa, trataba de realizar una lectura reparadora del ánimo que me aquejaba. El diario no ayudaba, pues el amarillismo y los tintes trágicos de las notas solo me fastidiaban y me instaban a odiar a semejante redactor que permitió tal desperdicio de palabras.

Apunto estaba de claudicar y de emprender la retirada cuando una gota me cambio el rumbo. Una pequeña gota que mojó mi rostro y a quién descubrí como la exploradora del gran ejercito acuoso que se aproximaba; la lluvia no había amenazado, simplemente apareció sin previo aviso. . . .Intenté con la vista encontrar un refugio del chubasco que empezaba a invadir la ciudad, y lo encontré próximo bajo el techo de una cafetería que frecuentaba. No quise entrar, no al menos con lo empapado que ya estaba.

Más gente igual que yo buscaba refugio bajo el mismo lugar. De pronto lo inesperado, una chica (la más linda que jamás había visto) apareció corriendo con dirección a la cafetería. Por unos momentos el tiempo corrió tan despacio que pude casi memorizar cada detalle de aquella imagen celestial que mis ojos admiraban: su falda bajo la rodilla meneándose víctima de su movimiento apurado, su cabello mojado bailando al ritmo que marcaban las gotas de lluvia al tocar el suelo, sus tobillos perfectos, su taconeo preciso y sobre todo ese rostro angelical que prevalecía aún sobre el maquillaje corrido.

Fue el destino el que quiso que trastabillaras al tratar de frenarte, y que rompieras mi saco al apoyarte en mí. Yo te abracé para detenerte, y en ese momento supe que ya no quería abrazar a nadie más, supe que ya no querría soltarte de entre mis brazos. . . . . . . .

El resto tú lo sabes. Has fincado junto a mi una de las historias de amor más bellas que jamás se hayan contado, hemos compartido cosas que solo tu y yo sabemos, pero sobre todo hemos sido capaces de convertir una casualidad en una realidad.

Tenemos muchos recuerdos juntos, yo tengo muchos recuerdos tuyos. . . . . pero hay algo que nunca olvidaré. . . . . . . Nunca olvidaré esa banca, ni ese periódico, ni esa gota ni la lluvia. Nunca olvidaré ese techo que nos abrigo juntos por primera vez la tarde que te conocí.

A ti, porque siempre ha sido así.

Se que lo leerás, pero nunca lo sospecharás